Cita con Arcangela. Artículo de Florencio Nicolau

 

 

Cita con Arcangela

Especial para Eco Italiano

Esta es una de las tantas experiencias que tuve en mi vida de andador de calles y lugares en virtud de mi interés por cualquier cosa que tenga que ver con el arte y la cultura. A veces el mundo nos aguarda con historias curiosas que no tenemos la más mínima idea que nos podían suceder. Siempre digo que los tesoros y las cosas más interesantes del mundo están en lugares públicos y nos sorprenden si tenemos la predisposición para verlas, oírlas, olerlas y tocarlas.

Me gustaría contarles algunas cosas acerca de un personaje que entró de casualidad en mi vida y que seguramente no se irá más. Me alegro de haber plasmado nuestra relación con este artículo que gentilmente publica Eco Italiano.

Años atrás visité junto a mi madre diversas ciudades de Italia. Infaltable fue una parada de varios días en Florencia, ciudad que por razones fortuitas no habíamos podido recorrer con tranquilidad y desasosiego durante un viaje anterior debido a un accidente menor que sufrió mi madre que —si bien no era grave— no nos permitió conocer muchas cosas de esta ciudad.

Uno de esos días, a la hora en que mi acompañante quedó haciendo una merecida siesta, salí con la debida connivencia a recorrer los alrededores del Ponte Vechio y el barrio cercano al afamado Palacio Pitti, en la ribera sur del Arno. Quienes han tenido la oportunidad de conocer y recorrer Florencia sabrán que es una zona siempre visitada por innumerables turistas, con una vida bulliciosa a veces un poco cansadora para quienes nos interesa concentrarnos en cuestiones de arte. Sentado en una cafetería frente al sobrecogedor Palacio Pitti, con su almohadillado soberbio y su amplia explanada me percaté de la existencia de una pequeña fachada en el lateral izquierdo, precedida por una simpática plaza que alberga una columna solitaria, la Colonna di Santa Felicita. Se trata, precisamente, de la plaza y la iglesia de santa Felicita.

Este pequeño espacio es un punto clave entre varios edificios importantes. Hay una íntima relación entre el Palacio Vecchio, la Galería Uffizzi y el Palacio Pitti, pasando por el Ponte Vecchio. Estos centros de la ciudad medicea están unidos por lo que se conoce como el Corredor vasariano, una estructura elevada que oficia de conexión. Una de las joyas arquitectónicas del corredor son las tornapuntas de madera que sostiene un sector voladizo que rodea la Torre de Mannelli en el Ponte Vecchio. Este corredor genera un balcón en el interior de la iglesia de Santa Felicita.

Sobre la pared de entrada de la iglesia vi una tumba junto a un obituario. Y esa fue la primera vez que me encontré en la vida con Arcangela Paladini.

Arcangela Paladini es uno de esos personajes del Barroco que se crearon en ambientes propicios a las ciencias y a las humanidades. No voy a hablar del pulso de la Italia del Renacimiento y de periodos posteriores en donde la imaginación y el interés por entender el funcionamiento del universo vibraban en todos los ambientes burgueses. Por eso el mecenazgo floreció en esta sociedad y gracias a esto hoy tenemos una herencia artística que signó la cultura y la ciencia de muchas naciones fuera de la península. Italia es el centro de gravedad de nuestra historia occidental y es por eso que importa conocer a sus personajes.

Hija de un pintor de cierta fama, Arcangela Paladini cultivó diversas habilidades pero destacó en la pintura. También modeló y la tenemos inmortalizada en el retrato de santa Cecilia que hizo su amiga —más afamada— Artemisia Gentileschi. Dotada para las artes de Euterpe se destacó cantando junto a su amiga y compositora Francesca Caccini — La Cecchina— (1587-1640), precisamente en una representación donde Arcangela caracterizó a santa Cecilia. Tal vez haya una relación con el cuadro de Artemisia y esta presentación. También incursionó felizmente en la poesía.

Pero no es mi objeto explayarme en detalles biográficos o en un anecdotario rico que pueden encontrar por ustedes mismos. Simplemente la experiencia de hallar una persona ilustre en una plaza de Florencia me suscita la sensación de que me rodea un universo de mujeres y hombres que aún no conozco y que me quedan por conocer.

Arcangela me impresiona por su autorretrato y es en esto que quiero detenerme. La obra, que se encuentra en la Galería Uffizi, muestra una imagen moderna. Por momentos parece una fotografía por su espontaneidad y por la expresión de la mirada y la paz que trasunta la artista. Una sencilla vestimenta oscura realza un rostro sabio, apacible, reflexivo, apenas aderezado por un sencillo collar de perlas. Imagino a Arcangela paseando por los alrededores de la iglesia de Santa Felicita en alguna mañana florentina de principio del Seicento.

Arcangela Paladini falleció en 1622 a los veintitrés años de edad. En ese año Galileo Galilei escribió Il Saggiatore, libro que marcó un hito en el empleo del método científico ya que habla de la importancia de las herramientas matemáticas en la interpretación de los fenómenos de la naturaleza en contra de la visión medieval escolástica.

Reconozco que mi interés innato por los monumentos y lápidas fue lo que me llevó a tomarme el momento de indagar acerca de la persona enterrada en la iglesia de Santa Felicita. No sabía que detrás de esa placa se escondía la historia de una personalidad insigne y a su vez de efímero paso por la vida que se vinculó a tantas personas de renombre y de peso en la cultura.

Arcangela Paladini es la demostración que poder conocer otros lugares es una fuente de conocimiento inesperado y que de un momento a otro se puede encentrar una historia edificante, que enriquece el alma y que le da un nuevo colorido a este otro gran viaje que llamamos la vida.

Florencio Cruz Nicolau

Paraná, Argentina, 26 de septiembre de 2023

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